Alegrías compartidas

La selección nuevamente generó una explosión de alegría que fue de los barrios al mundo. En particular en la Comuna 11, hubo espacios donde se ocupó la calle con música y alegría. El más insospechado: la esquina de Nazca y Lascano. Espacios vecinales, que como hacía tiempo no ocurría, revalorizaron al próximo, aunque fuera desconocido
En la pantalla, lejos, muy lejos, Messi hizo una genialidad que Julián Álvarez, con sus 21 años, coronó como correspondía, con precisión y calma. El tercer gol llegó cuando al partido le faltaban 20 minutos, pero en la cabeza de todos, había terminado en ese momento. Así que para algunas vecinas de Villa del Parque había llegado la hora de amar la fiesta. De la peluquería Belladona, sacaron a la Avenida Nazca un potente parlante y comenzó a sonar música mundialista, desde cuartetos maradonianos a los más recientes.

Para cuando llegó el pitazo final la fiesta estaba desatada y la esquina de Lascano y Nazca había desplazado por segunda vez al tradicional punto de encuentro de Nazca y Jonte. Y allí se encontraron con camisetas argentinas impecables o descoloridas, algunos y algunas con equipo completo, otros en “cueros” o en “patas”, dependiendo de la urgencia por compartir una alegría inmensa, un desahogo entre tanta malaria. Un buen momento para ser argentino, argentina, de identificarse con los ídolos que no defraudan, fieles a nuestras propias construcciones.
No tardó mucho en sumarse gente y parafernalia. Así, a la música se le intercalaron las explosiones de petardos y el humo celeste de las bengalas. Unos pibes juntaron entre tres lo que había en el fondo de los bolsillos y sumaron una espuma al carnaval en marcha ¿Cuantos fueron? Difícil de contar porque todos estaban en movimiento con los tiempos de los semáforos y Nazca, a esa altura, era de una sola mano con la complicidad de los conductores que se detenían y agregaban las bocinas al festejo.

Esta vez no diluvió, como el viernes de la semana pasada cuando la lluvia puso fin a la fiesta, simplemente retornó la calma. Parecería que duró lo necesario y como si hubiera un acuerdo previo, cada uno volvió a la esperanzada espera del partido del domingo. El último del mundial, el que puede prolongar la alegría, este paréntesis en medio de las angustias cotidianas.
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