«¡Parla catalá»: la xenofobia en Catalunya salió al ataque de «Esas Latinas», una obra de teatro que habla de la migración en esta región

La obra de teatro “Esas Latinas” producida, dirigida y protagonizada por actrices latinoamericanas en Barcelona despertó la ira colectiva y xenófoba del nacionalismo catalán. Los colectivos de la comunidad migrante salieron en su defensa, mientras reciben infinidad de mensajes violentos y hasta una denuncia penal. La escena, que representa ese conflicto cotidiano entre la lengua y el acceso a los derechos para muchas personas migrantes, ha despertado una lamentable respuesta linchadora, ofendida y victimista por parte de los nacionalismos catalanes, lo que no hace más que ratificar la antipatía que plantea la escena: ¿es más importante que las personas migrantes accedamos a derechos o que hablemos el catalán? La respuesta fue clara: ¡PARLA CATALÁ! Por Lucía Fernández, desde Barcelona, para ANRed.
Uno de los fragmentos de la obra “Esas Latinas” que se divulgó en redes sociales representa escenas cotidianas -muy conocidas por casi todas las migrantes- donde la lengua que resiste al castellano impuesto por el Estado Español ejerce, al mismo tiempo, mecanismos de supremacismo y exclusión frente a la población migrante que hoy representa más de un 25% de la población total de la ciudad capital y más de un 16% a nivel Regional.
El catalán enfrenta un fuerte desafío ya que a partir de los 2000s con el incremento de las migraciones, la lengua ha comenzado a sufrir una retracción en su uso y, además, no logra penetrar en las poblaciones migrantes, cuya presencia es el único factor de crecimiento económico y demográfico de esta Región y del Estado Español.
La polémica se da en medio de un clima preocupante por una serie de ataques racistas: el incendio de una Mesquita en Piera (Catalunya), los linchamientos a migrantes que se han dando en Murcia y luego del asesinato por asfixia de un chico marroquí. En Catalunya se denuncian las detenciones sistemáticas por parte de la policía a personas migrantes y racializadas.
Las migrantes en Catalunya sabemos que el catalán, a pesar de no ser especialmente difícil de aprender, penetra poco y lentamente en nuestras comunidades. Pero no por un desprecio españolista frente a esa lengua catalana o porque no haya voluntad de aprenderlo, sino porque las condiciones de la vida migrante lo dificultan y porque la pedagogía que predomina es la de la híper-exigencia y la exclusión. Hay una creciente segregación social entre nativos y migrantes, y la lengua hoy marca una nueva frontera interna en los Països Catalans que tiene que trabajarse colectivamente.
La formación lingüística recomendada por el sector público -la del Consorci per a la Normalizació Lingüística- está planteada de un modo que dificulta su permeabilidad: cada nivel se divide en otros tres sub-niveles, y la formación hasta alcanzar el nivel de suficiencia para el mundo laboral se vuelve laberíntico.
Los ponchazos de la vida migrante -especialmente los primeros años- le van agregando baches a las faltas de vacantes y esperas que hay entre nivel y nivel, especialmente en los niveles superiores que, además, dejan de ser gratuitos. Es decir, no está muy facilitado y sólo una porción de la población que llega buscando trabajo -la más acomodada- puede permitirse responder a este tipo de exigencia que dura alrededor de 5 años.
Pero no fallan sólo las instituciones. También fallan las dinámicas sociales que no logran construir una lengua fronteriza de intercambio. Que se interprete el castellano que las personas migrantes usan como una ofensa franquista o equivalente a la opresión del Estado Español habla de la falta de reconocimiento que hay sobre la problemática y los verdaderos desafíos que implica. El colmo de la incomprensión es cuando personas catalanas acusan de ejercer colonialismo español a las personas (colonizadas) de Latinoamérica.
Muchos y muchas adolescentes de Latinoamérica y África se incorporan a la escuela -donde se parla i escriue en catatá– pero, aunque muchos estudiantes logran incorporarlo desde peques, sigue habiendo dificultades en otros muchos porque tienen poco contacto cotidiano con el mundo catalán más allá de la escuela por esta creciente segregación. Al no lograr incorporar la lengua plena y rápidamente, se quedan fuera del resto de los contenidos educativos.
Algo falla en las metodologías pedagógicas, pero la responsabilidad y los maltratos terminan siempre recayendo en el estudiantado migrante, y no en un cuestionamiento de los métodos empleados por el sistema educativo.
Muchas veces las organizaciones y colectivos migrantes alertan sobre el hecho de que en Catalunya se está construyendo una sociedad jerárquica, segregatoria y estamental basada en la pertenencia nativa -o no- al suelo catalán y su lengua. Las llamadas ‘segundas generaciones’ -hijxs de migrantes- encuentran muchos obstáculos y resistencias para ser reconocidxs como parte de los sujetos locales, nacionales o catalanes.
El techo de cristal migrante es bajito en Catalunya y acceder a puestos de trabajo calificados es casi una fantasía sobrenatural. Las personas de origen migrante suelen ocupar los puestos más precarios de la economía y estar ausentes en los órganos de decisión. El clasismo que se reproduce en los criterios de evaluación de los organismos públicos ni siquiera intenta un gesto de disimulo y hasta se permite que en las búsquedas laborales se pida “catalá natiu”, lo cual es parte de esta normalización de la discriminación xenófoba.
Uno de los efectos más claros de estos obstáculos es que en los sistemas públicos de Catalunya -Generalitat y Ajuntaments-, hay una presencia prácticamente nula de personas no-catalanas. Lo que preocupa es que esas ‘Segundas Generaciones’, a pesar de parlar el catalá perfectament por educarse en este territorio, tampoco parece estar alcanzando puestos intermedios del Estado, siendo que podrían comprender y atender mejor los problemas que atraviesa el 25% migrante de la población. Porque la desafectación y distancia que se vive en la atención a lxs migrantes en el sector público es tremenda y es evidente, empezando por la Ley de Extranjería que gestiona los permisos de residencia, pero que se perpetúa también en el acceso a cualquier derecho o servicio social una vez que se han adquirido los permisos de residencia o la ciudadanía.
Durante todo el franquismo, el catalán estuvo prohibido y resistió como lengua clandestina hasta el retorno de la democracia, en el monárquico Reino de España. Entre los 50s y los 60s el crecimiento de las industrias catalanas atrajo una gran migración principalmente desde Andalucía, Extremadura y desde Galicia. Esta población, llamada ‘charnega’, junto con la población gitana, le han dado identidad a las clases obreras de Catalunya, que tampoco han adquirido el catalán de buenas a primeras… el intercambio multilingüe fue más bien el sustrato de esas clases obreras y la segunda generación es la que se incorpora plenamente a la lengua.
A partir de los 2000’s, el incremento de la población latinoamericana, africana y asiática -expulsada territorialmente por el neocolonialismo y sus crisis económicas, desplazamientos territoriales del extractivismo, violencia y persecución política- vienen transformando la composición de la sociedad catalana y de sus clases trabajadoras.
Es esperable que, con la llegada de más capas migrantes, la lengua del pueblo vaya experimentando transformaciones. Sin embargo, todas las izquierdas locales hablan y publican en estricto catalán, mientras una parte importante de las clases trabajadoras migrantes no lo entienden, o no se sienten interpeladas, quedando totalmente fuera de la conversación. Y este no es un proceso reciente, sino un proceso que lleva décadas y que se sigue interpretando como un problema de imposición franquista.
En una empresa de construcción catalana donde trabajé los dueños eran de familias ilustres catalanas, los ingenieros eran catalanes o vascos, los encargados eran charnegos, los técnicos medios y de seguridad eran latinoamericanos o marroquíes, y los albañiles, que hacían el trabajo más pesado y menos reconocido en su calificación, eran pakistaníes o senegaleses.
En un Sindicato de Vivienda que conocí, el 80% de las personas en riesgo de desahucio eran migrantes, el otro 20% charnegas. La ‘militancia’ que asesoraba era 90% catalano-parlantes y de clases evidentemente superiores a los ‘afectados’. La información sobre cómo acceder a la justicia se transmitía en estricto catalán, hasta que una señora rumana pegó el grito en el cielo y dijo: ‘¿Podéis hablar en español tío? ¡Es que no entendemos nada!’.
¿Es una franquista colonialista la señora rumana que quieren entender lo que tiene que hacer para no ser desahuciada o tiene que hacer un curso de 5 años de catalán para participar de un sindicato para personas en riesgo de exclusión residencial donde la mayoría son personas migradas?
En una materia de una universitat, donde el 70% del estudiantado de esa clase era latinoamericano, una profesora feminista de la clase media alta catalana se atrevió a plantear que Catalunya era parte del Sur Global y que ella era colonizada -por el Estado Español-, poniéndose a la par de los pueblos originarios de Abya Yala. Yo no les puedo explicar el desconcierto que provocó entre la mayoría de lxs estudiantes… Lo más impresionante es que este es un argumento repetido cuando se plantea este problemón.
Catalunya, a pesar de su resistencia cultural dentro del Estado Español, es parte de las naciones que más se beneficiaron económicamente con el colonialismo español, y no quieren reconocerlo. Fue una potencia esclavista hasta entrado el Siglo XX y con ese capital levantó sus industrias. Fue parte de la maquina colonial que se benefició y se beneficia hoy mismo, del extractivismo en Latinoamérica y en África: mucho de ese capital se acumula en Catalunya. Pero no se hacen cargo. Mientras flashean colonizados, pareciera que hay que recordarles que Catalunya también colonizó, pero en castellano.
Estas imágenes son parte del carácter racista y estamental que está construyendo a la sociedad catalana en la actualidad, muy lejos de las fantasías que podemos tener sobre la gloriosa resistencia catalana frente al franquismo durante la Guerra Civil. Acceso a derechos para toda la migrantada y el nacionalismo lingüístico se terminan confrontando en las prácticas de frontera y aún no encontramos el modo de resolverlo. La empatía brilla por su ausencia.
Los nacionalismos catalanes denuncian catalanofobia. Las organizaciones migrantes denuncian migrantofobia (racismo y xenofobia). La lengua se vuelve un campo de batalla con muchos frentes y a la postre, si la lengua se aviva, habrá una lengua catalana donde se mezclen palabras de cuatro continentes, una lengua que sólo exista acá y ahora, y cohabite con los pasados de éste y otros lugares, y otras horas.
Pero si la lengua se vuelve una dura acumulación de piedrazos, hará crecer los muros y hará crecer las fronteras de una sociedad cada vez más desigual, donde la lengua que supo ser resistencia se termine convirtiendo en un signo de xenofobia y de distinción nacionalista, sin la más mínima intención de empatizar con la población migrante que llega. Frente a la violencia de los nacionalismos en todas sus formas, ¿surgirá un movimiento por una Catalunya pluricultural que abrace las multiplicidades que habitan este territorio?
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