Desde 2006 en los barrios de
Villa Mitre -­ Santa Rita -­ Villa del Parque - Paternal

  •   Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.
Vie 29 de Marzo de 2024

Con renovado contenido abre sus puertas virtuales el taller del Cesac 34 para adolescentes. Esta dirigido a jóvenes de entre 15 y 20 años y pueden participar quienes lo hicieron el año pasado. Las actividades se realizarán por Google Meet y arrancan el 27 de mayo entre las 14 y las 15:30

Leer más...

La medicina ancestral busca curarnos mente y cuerpo pero sobre todo el espíritu. Cuando la pandemia de coronavirus empezó a impactar en Argentina, las naciones indígenas no fueron consultadas  para elaborar un protocolo sanitario que fuera diferenciado en relación al resto de la población. No se tuvo en cuenta las características de cada territorio y de la vida en la ruralidad. La cuarentena obligatoria resultó, en muchos casos,  en un deterioro de las economías familiares; personas que se vieron imposibilitadas a volver a sus casas en meses – por haber quedado varadas en otras provincias- y violencia institucional tanto por parte de la policía como del sistema médico. Por Carina Fernández (Agencia Presentes)

Según denunciaron organizaciones indígenas e investigaciones académicas, esto se agravó por la falta de acceso a la salud pública y la falta de conectividad para acceder a los permisos de circulación y aplicaciones propuestas por los gobiernos provinciales.

La pandemia puso el foco no sólo en el acceso a la salud para estas naciones históricamente expoliadas y exterminadas, sino que también abrió el debate – interno pero también desde organismos internacionales como la Comisión Interamericana de Derechos Humanos- acerca de la necesidad de integrar y respetar las medicinas originarias ancestrales.

Desde las cosmovisiones indígenas diversas, la espiritualidad es transversal a todos los aspectos de la vida. Son conocimientos milenarios que ayudan a comprender la relación que existe entre todo lo que vemos y lo que no vemos. Según esta cosmovisión, estamos conectades con nuestras ancestras y ancestros; con las fuerzas de la naturaleza que son las que posibilitan la existencia de las montañas; los ríos, animales, todo lo que está vivo. La medicina ancestral busca curarnos mente y cuerpo pero sobre todo el espíritu.

Presentes entrevistó  a mujeres mapuche que integran el  Movimiento de Mujeres Indígenas por el Buen Vivir (MMIPBV), quienes, desde el sur de los territorios plurinacionales que conforman el suelo argentino, nos brindaron sus reflexiones, rakiduam, respecto a cómo atravesaron este 2020 pandémico y como fue el acceso a la salud para ellas en la provincia de Chubut, donde viven.

“Una desprotección integral de salud”

“Nos faltan muchos médicos y más que nada para nosotros como indígenas. La gente del lugar está más resguardada porque vivimos en una zona y en una provincia donde está todo muy convulsionado”, cuenta Marilin Cañio,  werken -vocera- del Lof Cañio Pangui Wingkul (quinta generación de la comunidad Cañio en Cerro León) de El Maitén, departamento de Cushamen, al norte de la provincia del Chubut.

Chubut es una provincia con una fuerte presencia de las fuerzas de seguridad, sumadas a los guardias privados contratados por los latifundistas. Esto genera un ambiente de control y criminalización sobre una población que lucha por la recuperación territorial y la defensa de la vida frente a los proyectos extractivistas. Este control estatal tiene un impacto inseparable de los cuerpos-territorios de las mujeres indígenas y la pandemia puso en evidencia estas tramas.  Los pu lof – comunidades mapuche-  son parte de las asambleas antimineras  en defensa del agua.

“La pandemia provocó una desprotección integral de la salud, que ya venía siendo vulnerada, por la falta de presupuesto de la provincia de Chubut y por la falta de atención sanitaria. Pero  ahora ha quedado mucho más agravada esa vulnerabilidad.”, dice la escritora y weychafe – defensora – mapuche Moira Millán, activista por los derechos humanos y de la madre tierra.

“Dentro de la mayoría de las comunidades aún no ha ingresado la covid-19.  Esto tiene que ver también con los hábitos alimentarios que se tienen en la ruralidad. La gente allí se mantiene más activa porque hay mucho trabajo que hacer en el campo. Hay que levantarse muy temprano, sacar los animales, juntar el agua, salir a buscar la leña, en época de cosecha hay que salir a cosechar, acopiar todo el alimento para el invierno. Creo que eso también hace y ayuda a mantener una salud mental, digamos óptima, porque uno está ocupado”, dice  Juana Antieco, licenciada en enfermería, miembra del Movimiento de Mujeres Indígenas por el Buen Vivir, de la Multisectorial Transfeminista Plurinacional de Rawson, y de la  colectiva Ni una Menos Chubut.

La importancia de la medicina ancestral

El Convenio 169 de Organización Internacional del Trabajo (OIT) sobre “Pueblos Indígenas y Tribales en Países Independientes” en el inciso  V “Seguridad Social y Salud” (Art.25. 2) señala que “los servicios de salud deberán organizarse, en la medida de lo posible, a nivel comunitario. Estos servicios deberán planearse y administrarse en cooperación con los pueblos interesados y tener en cuenta sus condiciones económicas, geográficas, sociales y culturales, así como sus métodos de prevención, prácticas curativas y medicamentos tradicionales”.

La crisis sanitaria provocada por el Covid-19 generó una falta de atención generalizada para varias áreas de la salud, aumentando aún más la dificultad en el acceso a la salud pública por parte de buena parte de la población.

“Un día que mi hija no se sentía bien, recurrimos a la salita donde ella usualmente se trataba con la doctora de cabecera. Pero la salita médica estaba abocada a atender solamente casos de covid-19 por lo que no atendían otro tipo de cuadros. Tuvimos que salir a recorrer otros lugares y para hacerse análisis tampoco se pudieron realizar en el Hospital zonal porque estaban atendiendo a medias, y a la vez no cubrían la totalidad de los análisis que nos pedían. Por suerte nos enteramos que estaba la Machi Mawün en Esquel y pudimos recurrir a verla. La machi pudo atender no solo a mi hija sino a toda la familia y esto es muy importante porque nosotres entendemos que la salud también tiene que ver con lo espiritual asi que bueno ella además de darnos lawen – medicina ancestral mapuche: mezcla de hierbas y plantas medicinales- y decirnos cómo llevar a cabo el tratamiento, también nos ayudó mucho con nuestra espiritualidad.”, dijo a Presentes Evis Millán, artesana y docente mapuche.

Ser Machi es ser una autoridad espiritual del Pueblo Mapuche. Les Machis curan por medio de hierbas naturales física y espiritualmente a personas indígenas y no indígenas que eligen tratarse con medicina ancestral mapuche. Su newen – fuerza espiritual- es heredada de una ancestra o ancestro, es decir, es un legado familiar. El rol que cumplen es fundamental en la vida colectiva del Pueblo Mapuche, ya que les Machis representan la conexión entre las personas y las energías o fuerzas espirituales y físicas de la Mapu – tierra.

El pueblo Mapuche es transfronterizo históricamente, ya que es preexistente a la conformación de los Estados Nación Chile y Argentina. Siempre han circulado en ambos lados de la Cordillera de los Andes, territorio llamado Wallmapu. En general los cruces los hacen a través de los pasos fronterizos terrestres, que fueron cerrados antes que los aeropuertos, en marzo de 2020. Fue así que la Machi (autoridad espiritual) Mawün Jones, quien vive en Temuco en Gulumapu (Chile) se encontraba del lado de Puelmapu (Argentina) atendiendo a sus pacientes de la zona de Esquel cuando se cerraron las fronteras. Quedó varada sin la posibilidad de ser comprendida en su identidad.

Durante cuarentena el visado de turista que la Machi —ciudadana argentina en los papeles— utilizaba en Chile perdió validez y su libreta de matrimonio tampoco fue aceptada como documento de respaldo por parte de las autoridades.

“Todo esto evidencia una lógica estatal colona que se niega a reconocer la necesidad física y espiritual de la Machi Mawün de tener constante circulación entre el Gulumapu y el Puelmapu”, señalaron desde el MMIPBV mediante  la campaña  “La Cordillera no es frontera, por el retorno inmediato de la Machi Mawün a su rewe. Chi Mawiza Malal Femngelay. Ñi Wiñotun tachi Machi Mawün tañi Rewe mew.”. Campaña que justamente se inició para poder visibilizar este caso y colaborar en las gestiones y colaborar con la Machi durante su estadía forzada en Argentina hasta el mes de noviembre del 2020.

“La pandemia todavía no pasó y por ende no podemos hablar de una post-pandemia. La mapu es sabia y es poderosa, entonces ella nos brinda todo para tener una vida sana si se quiere. Entonces también el conocimiento sobre la medicina ancestral tiene mucho que ver en este transitar de esta pandemia, porque pudimos empezar a compartirnos la medicina ancestral que ha tomado algún lamien – hermano o lo que ha tomado alguna ñaña- anciana, y hacernos limpieza con esa medicina. Comenzamos  a cuidarnos más, a alimentarnos mejor, sobretodo los que vivimos en la ciudad, y eso hace que el sistema inmunitario se refuerce”, dice Juana Antieco.

El internacionalismo tiene quien le escriba desde el día en que se demostró que, en el más pequeño pueblo del caribe colombiano, puede nacer el narrador del mundo. Desde la Colombia profunda a las páginas de la prensa internacional, del Macondo mágico a las revoluciones reales de Nuestra América. Un sobreviviente, un revolucionario un hijo de esta tierra que nunca olvidó de donde venía y contra quienes había que pelear.

Por Laura Capote

»Me siento latinoamericano en cualquier país

pero sin renunciar nunca a la nostalgia de mi tierra, Aracataca,

a la cual regresé un día y descubrí que entre la realidad y la nostalgia

 estaba la materia prima de mi obra”.
El olor de la guayaba, 1982.

A veces lo obvio esconde lo importante. A Gabriel García Márquez se le conoce más por haber sido el tejedor por excelencia del género literario del realismo mágico, que por haber tenido una pasión entrañable con el oficio del periodismo que lo hizo recorrer con afán de cronista y ritmo vallenato, un sin número de cafetines, redacciones, y continentes.

Gabo, o Gabito, como lo conocían sus amigos de Aracataca, aquel pueblo escondido en medio de las plantaciones bananeras de la costa caribe colombiana, hizo de ese periodismo del que poco se conoce, un periodismo militante y comprometido con el contexto nacional y global. La agenda internacional, y en especial de aquellos pueblos que se levantaron contra el imperialismo norteamericano fueron el motor de su pluma, que contrario a esconderse detrás de su repentina fama producto de la publicación de Cien Años de Soledad en 1967, se fue radicalizando con los años, y afinando con una acidez sólo comparable a la del humor de quienes crecieron en aquella “aldea de veinte casas de barro y cañabrava construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos”.

Pasando por una enorme diversidad de géneros literarios y periodísticos, García Márquez logró hibridar ambos oficios a través de la profundización de su pensamiento político y su intervención periodística en ámbitos diversos que van desde las reflexiones sobre el contexto nacional y regional, hasta el ámbito internacional y la realidad de otros continentes. El desarrollo de la vida personal y profesional de Gabo se dio a la par que el desarrollo mismo del siglo XX, haciendo que muchos de los principales acontecimientos sociales y políticos trascendentales para la historia de la humanidad, se convirtieran en sucesos fundamentales de su propia vida y pensamiento: la caída del nazismo y el fascismo en Europa, el Bogotazo y la guerra entre liberales y conservadores en Colombia, el envío de tropas colombianas a la Guerra de Corea, la consolidación de la Unión Soviética y el modelo socioeconómico de Europa oriental, el triunfo de la Revolución Cubana, la dictadura de Rojas Pinilla y el Plan Cóndor sobre América Latina y el Caribe, el desarrollo de la llamada Guerra Fría, el hegemónico discurso anticomunista, y la luchas de liberación nacional en el continente africano y asiático, entre muchos otros sucesos, protagonizaron las publicaciones del escritor cataquero.

Nacido y criado en una familia humilde, en la profundidad del Caribe -con todo lo que eso implicó inclusive en su identificación revolucionaria con la isla socialista-, García Márquez fue un peregrino por el mundo. Su pasión por conocer la verdad, ese fetiche histórico de los periodistas, lo llevó a viajar y comprometerse con la realidad de los distintos pueblos que fue visitando, y con la que fue construyendo un periodismo comprometido, situado y militante, que, hasta el último de sus días, buscó crear escenarios y plataformas para que muchos y muchas periodistas del continente pudieran publicar sin miedo a la censura.

Después de pasar por numerosos pueblos y ciudades de la costa caribe colombiana, llegó a terminar el secundario en el Liceo Nacional de Zipaquirá, un lugar de docentes de formación marxista que enseñaron a Gabo y sus compañeros sobre materialismo histórico, la teoría leninista y la lucha de clases, en las aulas y los recreos. Para nuestro García Márquez, el periodista, su paso por Zipaquirá fue determinante en la posterior elección de la escritura como su camino de vida.

A pesar de haber iniciado la carrera de Derecho en la Universidad Nacional de Colombia, el joven Gabo decidió dedicarse a escribir cuentos y algún que otro reportaje para algunos diarios de Bogotá, entre ellos el diario El Espectador, que entonces contaba con una destacada generación de periodistas de investigación. En ese oficio de escritura se encontraba el 09 de abril de 1948, en un café bogotano a escasas cuadras del lugar donde se constituía por primera vez la Organización de Estados Americanos, y donde asesinaron al caudillo liberal Jorge Eliécer Gaitán, horas antes de entrevistarse con el entonces líder estudiantil cubano Fidel Castro.

La Colombia que cambió para siempre aquel día, ya entonces era una protagonista en sus escritos, y sus opiniones políticas le empezaban a marcar, con los años, su primer camino hacia el exilio. Durante los gobiernos conservadores de Mariano Ospina Pérez y de Laureano Gómez, García Márquez fue criminalizado y censurado por sus publicaciones. Especialmente, por el profundo rechazo que manifestaba contra el Batallón Colombia enviado por el gobierno a la guerra de Corea, como respaldo a los Estados Unidos en este conflicto. Desde entonces, la figura del imperialismo norteamericano empezó a ser una de sus particulares preocupaciones para el futuro del continente latinoamericano y caribeño que caracterizó toda su obra.

Durante el gobierno de facto del general Rojas Pinilla, García Márquez partió hacia Europa en una misión periodística motivada por el exilio al que lo había obligado la censura impuesta por la dictadura contra sus publicaciones, y posteriormente, contra el diario El Espectador, en el que trabajaba entonces. Así inició un viaje hacia Europa con el objetivo de cubrir la Cumbre de Ginebra en 1955 entre los gobiernos de la Unión Soviética, los Estados Unidos, Francia y Reino Unido, relaciones que por su temprana formación marxista y su permanente interés en la agenda internacional lo llevaron a emprender un viaje por el continente europeo en 1957 para conocer la realidad del bloque soviético. Allí recorrió las dos Alemanias, Checoslovaquia, Polonia, Hungría, Ucrania y la Unión Soviética, y publica una serie de crónicas sobre los contrastes que para él implica el desarrollo de un sistema socialista en el marco de un mundo capitalista, y las contradicciones, ventajas y dificultades de los países del bloque socialista. En ellas puede leerse una postura crítica respecto al dogmatismo, y a la necesidad de que el socialismo en América Latina sea un socialismo propio, que dé cuenta de la realidad y las necesidades de nuestro continente y que no sea una “revolución exportada” con fórmulas y manuales. Sin embargo, a pesar de su postura crítica, al respecto afirmaba en Periodismo Militante (1978): “nunca me embarcaré en una empresa contra el Partido Comunista, ni contra la URSS, ni contra China, ni contra Cuba, ni contra ningún partido ni agrupación de izquierda de ninguna parte del mundo”. Estas crónicas se publicarían después en De viaje por los países socialistas. 90 días en la cortina de hierro en 1978.

https://argmedios.com.ar/wp-content/uploads/2021/03/Reportero-3.jpg" width="440" height="293" />

Esa patria inmensa de hombres alucinados y mujeres históricas, cuya terquedad sin fin se confunde con la leyenda

De Europa, regresó a América Latina a profundizar su trabajo periodístico comprometido con la realidad continental. Llegó inicialmente a Venezuela en 1957, donde estuvo tres años en los que pudo vivenciar la insurrección contra Marcos Pérez Jiménez el 23 de enero de 1958 y tejió un fuerte lazo de solidaridad con algunos movimientos venezolanos de entonces, que lo llevó a donar en 1972 el total del dinero otorgado por ganar el premio Rómulo Gallegos con Cien Años de Soledad al Movimiento al Socialismo MAS, una escisión del Partido Comunista de Venezuela. Una vez más, parte de sus vivencias personales y recorridos periodísticos quedarían plasmadas en una de sus obras, como fue El Otoño del Patriarca, inspirado por los hechos de Caracas a fines de la década de 1950.

En enero de 1959 fue invitado junto a centenares de periodistas de la región a la conferencia de prensa “Operación Verdad”, organizada por Fidel Castro con la intención de visibilizar en el exterior la realidad de la naciente Revolución Cubana. Allí, García Márquez asumió la tarea de la corresponsalía en Bogotá y Nueva York de la Agencia Informativa Latinoamericana Prensa Latina, que le costó una fuerte persecución en los Estados Unidos al punto de tener que regresar a trabajar en Prensa Latina desde La Habana: “A mí no me dan visa para ir a los Estados Unidos y yo no la quiero; yo creo que hace parte de mi patrimonio político el hecho de que me nieguen la visa para los Estados Unidos precisamente por haber sido corresponsal de Prensa Latina en Nueva York, mientras los gusanos desembarcaban en Playa Girón”.

En su paso por Prensa Latina, Gabo trabajó junto a otros periodistas del continente, como los argentinos Rodolfo Walsh y Jorge Ricardo Masetti, con quienes compartía visiones de presente y futuro, y quienes fueron configurando elementos de análisis del mapa de la realidad de los pueblos de América Latina y el Caribe que año tras año iba cobrando mayor importancia y protagonismo en su carrera periodística.

https://argmedios.com.ar/wp-content/uploads/2021/03/Gabo-y-Masetti.jpg" width="439" height="269" />Gabo y Masetti

Con una amistad ya consolidada con el líder de la Revolución Cubana, y una sensibilidad profesional y humana orientada a escribir e investigar sobre las verdades ocultas del continente, García Márquez parte hacia México para construir allí su nuevo hogar, y con él, un período de radicalización de su pensamiento político vinculado con el socialismo como un proyecto necesario para la región latinoamericana, en el que se incluía su lectura internacionalista de los procesos latinoamericanos:

“Me gustaría establecer ese precedente, para ir abriendo huecos en la ficción de las nacionalidades latinoamericanas. La exportación de revoluciones fue el signo de nuestros países hasta que se inventó la legalidad de embudo de la no intervención. Bolívar se fue peleando y haciendo política hasta Bolivia, San Martin se subió́ hasta donde le alcanzó el caballo, Petión exportó su independencia desde Haití, y los caudillos federalistas del siglo pasado andaban como por su casa desde México hasta la Argentina. El general colombiano Rafael Uribe Uribe, que no alcanzó a hacer 32 guerras, pero de todos modos las perdió todas, peleó una vez del lado de la Venezuela liberal contra las tropas del régimen arcaico de su propio país.”

https://argmedios.com.ar/wp-content/uploads/2021/03/Reportero-2-219x300.jpg" width="219" height="300" />

Posteriormente, en sus años en Barcelona (1967-1975), García Márquez señaló en numerosos escritos públicos su rechazo al falangismo del régimen franquista, y las tradiciones fascistas europeas, como consta en la recopilación de su obra periodística. En este período, Gabo ya consolidado como uno de los principales exponentes de la literatura latinoamericana, empieza a profundizar aún más el compromiso de su pluma con las causas populares del mundo.

En 1978, en México creó Habeas, una fundación de Derechos Humanos en América Latina, que tenía el principal objetivo de lograr la libertad de los centenares de presos políticos que se encontraban en las cárceles de las dictaduras. Para esta causa anteriormente ya había donado 10.000 dólares de un premio otorgado por la Universidad de Oklahoma para la creación de un fondo para la defensa de los presos políticos en Colombia.

Ya para este momento, varios de sus colegas habían sido víctimas del terrorismo de Estado, como sucedió con su amigo y colega Haroldo Conti en Argentina, quien en 1975 le envió una carta denunciando las atrocidades y la persecución cometida por  el gobierno de María Estela Martínez de Perón donde ya había represión para-estatal, y donde se empezaba a vislumbrar lo que sería meses después la crueldad de la dictadura de la Junta Militar que finalmente terminó por detenerlo y desaparecerlo el 5 de mayo de 1976. Sobre esto, Gabo publicó años después la nota “La última y mala noticia sobre Haroldo Conti” en la que relata los hechos vinculados a la detención y desaparición del escritor argentino, que buscó esclarecer consultado inclusive con el almirante Emilio Massera, miembro de la Junta Militar, a quién exigía información del paradero de Conti. Habeas fue criminalizada y perseguida por la Dirección Federal de Seguridad en México por ser, supuestamente, “financiada por la Unión Soviética y Cuba para liberar y prestar apoyo a terroristas ideólogos del marxismo-leninismo”.

Respecto al golpe de Estado contra el gobierno de la Unidad Popular, García Márquez planteó nunca volver a escribir hasta que cayera la dictadura de Pinochet, y se embarcó en una defensa internacional de la democracia en Chile definiéndose como un Socialista admirador de Salvador Allende.

En 1974 publica en Colombia, junto a otros intelectuales y escritores, la revista Alternativa, una revista dedicada a la difusión del pensamiento crítico y al periodismo independiente que en la época era perseguido y censurado. Alternativa se convirtió en una de las principales plataformas a través de las cuales Gabo publicaba sus opiniones radicalmente opuestas a la versión oficial sobre estos procesos revolucionarios. Allí se publicaron las versiones iniciales de sus reportajes hechos en distintos lugares convulsionados del mundo: la dictadura en Chile, la Revolución Cubana, el proceso revolucionario del Sandinismo en Nicaragua, los procesos de descolonización en África, entre otros.

https://argmedios.com.ar/wp-content/uploads/2021/03/Gabo-y-Fidel-300x186.jpg" width="432" height="268" />Gabo y Fidel

En 1977, por petición de Fidel Castro, viajó a Angola a reportar el desarrollo de la Operación Carlota y publicó una serie de crónicas al respecto en el diario El Espectador de Colombia, con una perspectiva internacional del conflicto donde estableció conexiones entre las realidades de ese dividido sur global. De la misma forma reportó “Vietnam por dentro”, con su experiencia en la ya entonces victoriosa Vietnam y el golpe histórico que había dado al imperialismo norteamericano.

La soledad de América Latina

 Ya consolidado como un periodista internacional, con una perspectiva en contra de las dictaduras y los fascismos, y en defensa de los Derechos Humanos y los y las más oprimidas, García Márquez fue incluido en un listado de objetivos militares del gobierno de Julio César Turbay en Colombia por tener supuestos nexos -nunca comprobados- con la guerrilla urbana del M-19. Varios de los intelectuales incluidos en este listado fueron presos y torturados, como fue el caso del sociólogo Orlando Fals Borda. Al enterarse de que su nombre estaba incluido entre los objetivos, Gabo decidió exiliarse definitivamente en México, donde, un año después, fue notificado de haber ganado el Premio Nobel de Literatura de la Academia Sueca de las Letras, siendo el primer y único colombiano en haberle dado un Nobel a este macondiano país.

En la recepción del premio, nuevamente García Márquez aprovechó el estrado para poner los puntos sobre las íes sobre lo que para él implicaba el otorgamiento de este premio en el contexto político y social del continente. Con su discurso titulado “La soledad de América Latina”, lanzó una fuerte crítica al eurocentrismo y el colonialismo que aún en pleno siglo XX seguía tan vigente como en la época de Los Cronistas de las Indias. Con un recorrido por toda la historia de opresión y saqueo, pasando por los procesos emancipatorios de todos los rincones de nuestro continente, y el inquebrantable derecho de soberanía sobre nuestro propio destino. Lejos del que se nos quiere trazar desde el libreto imperialista, Gabo respondió  una serie de cuestiones como solo él podría:

“¿Por qué la originalidad que se nos admite sin reservas en la literatura se nos niega con toda clase de suspicacias en nuestras tentativas tan difíciles de cambio social? ¿Por qué pensar que la justicia social que los europeos de avanzada tratan de imponer en sus países no puede ser también un objetivo latinoamericano con métodos distintos en condiciones diferentes? No: la violencia y el dolor desmesurados de nuestra historia son el resultado de injusticias seculares y amarguras sin cuento, y no una confabulación urdida a 3 mil leguas de nuestra casa. Pero muchos dirigentes y pensadores europeos lo han creído, con el infantilismo de los abuelos que olvidaron las locuras fructíferas de su juventud, como si no fuera posible otro destino que vivir a merced de los dos grandes dueños del mundo. Este es, amigos, el tamaño de nuestra soledad”.

Con esta declaración de principios, de la que cualquier latinoamericano puede hacerse carne siendo más vigente que nunca, García Márquez trazó el camino que seguiría desde la década de 1980 hasta su muerte, que podría resumirse en una concepción cada vez más solidaria e internacionalista de su oficio como escritor y periodista.

Ya en 1973 se había sumado, junto a otros escritores como el argentino Julio Cortázar, al Tribunal Bertrand Russel donde se denunciaron los atroces crímenes cometidos por los Estados Unidos en diversos lugares del mundo, especialmente en el marco de la guerra de Vietnam, y los nefastos efectos que la intervención del imperialismo dejaba en países como Panamá y Nicaragua. Sobre Panamá, se sumaba al reclamo por el reintegro del canal, y sobre Nicaragua, además de expresar su público apoyo a la lucha sandinista contra la dictadura de Somoza, en 1983 hizo una denuncia clave sobre los preparativos de los EE.UU. para invadir el país desde Honduras, información que había podido recolectar gracias a algunas fuentes que había conocido como corresponsal en Nueva York y que después de haberla publicado, la tomarían importantes diarios estadounidenses como The New York Times y Newsweek.

https://argmedios.com.ar/wp-content/uploads/2021/03/Vietnam-225x300.jpg" width="225" height="300" />

Al mismo tiempo que expresaba su apoyo a la resolución política del conflicto social y armado en Colombia, donde participó como mediador en los diferentes diálogos de paz entre los distintos gobiernos con el Ejército de Liberación Nacional (ELN), el Movimiento 10 de abril (M-19), y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC); Gabo continuaba su trabajo internacionalista.

Su amistad con Fidel Castro fortaleció con los años su vínculo personal pero también con  el proceso revolucionario del pueblo cubano, y la necesidad de aportar en ella en lo que fuera necesario. De esta forma, en 1986 en Cuba crea la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños, junto al cineasta argentino Fernando Birri y el realizador cubano Julio García Espinosa, con el objetivo de consolidar una Escuela para estudiantes de América Latina, Asia y África. La Escuela se creó adscrita a la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano, presidida por García Márquez, con la que buscaba crear una Fundación que apoyara e incentivara la realización audiovisual en el continente. Con ese mismo espíritu, crea en 1994 la Fundación para el Nuevo Periodismo Iberoamericano en Cartagena de Indias, que desde su creación desarrolla procesos de formación y estímulo para la creación del periodismo en Iberoamérica.

Con los años García Márquez continuó ubicándose del lado de las causas populares del continente. En 1999 conoció en Cuba al comandante Hugo Chávez, ya presidente de Venezuela, sobre el cual escribió un extenso artículo titulado “El enigma de los dos Chávez”, y en el año 2006, García Márquez adhirió a la “Proclama de Panamá”, realizada en el Congreso Latinoamericano y Caribeño por la Independencia de Puerto Rico, junto a una diversidad de intelectuales y artistas del continente, donde se exigía el cese del colonialismo norteamericano sobre la isla del Caribe.

Con la defensa de los Derechos Humanos como bandera, y con el socialismo para América Latina y el Caribe como horizonte, García Márquez trazó con su pluma y su vida un camino tan original como difícil en lo que denominó como “el mejor oficio del mundo”. El periodismo, pero en su caso, uno militante, y disciplinado con la realidad de los acontecimientos y sus impactos sobre los pueblos del mundo, lo llevaron a ser la antítesis de esa máxima sobre la “objetividad” sin sentido que tanto se repite en las escuelas de periodismo:

“Tengo convicciones políticas claras y firmes, sustentadas, por encima de todo, en mi propio sentido de la realidad, y siempre las he dicho en público para que pueda oírlas el que las quiera oír. He pasado por casi todo en el mundo. Desde ser arrestado y escupido por la policía francesa, que me confundió́ con un rebelde argelino, hasta quedarme encerrado con el papa Juan Pablo II en su biblioteca privada, porque él mismo no lograba girar la llave en la cerradura. Desde haber comido las sobras de un cajón de basuras en Paris, hasta dormir en la cama romana donde murió́ el rey don Alfonso XIII. Pero nunca, ni en las verdes ni en las maduras, me he permitido la soberbia de olvidar que no soy nadie más que uno de los 16 hijos del telegrafista de Aracataca. De esa lealtad a mi origen se deriva todo lo demás: mi condición humana, mi suerte literaria y mi honradez política”.

Our website is protected by DMC Firewall!